Tras los ecos del extraordinario concierto al que asistimos el sábado mi compañero de grupo, José Ramón Paredes, y yo, en la sala Gong de Oviedo en un homenaje a la música de Springsteen, con una pléyade de grandes músicos asturianos, con Ángel Miguel “a los mandos” (a quien, por cierto, dedicamos aquí unas líneas el 21 de septiembre de 2018: Ángel Miguel, un “local hero”) toca escribir de otra gran artista, en este caso del género del jazz, que tanto admiramos. Hoy es la noche de Emily Remler.

Nuestra protagonista nació en Manhattan (Nueva York)  el 18 de septiembre de 1957, por lo que habría cumplido 67 años el pasado mes, si no nos la hubiera arrebatado el destino en plena juventud aquel triste 4 de mayo de 1990, día en el que falleció con sólo 32 años. No obstante, pese a su corta trayectoria generó una influencia y un nombre respetado en un estilo tan selecto y exclusivo como es el jazz, al punto de ser considerada como una de las mayores estrellas del género de los años ochenta en Estados Unidos. A lo largo de su carrera grabó siete álbumes de hard bop (estilo musical del  jazz que se desarrolló desde mediados de la década de los cincuenta hasta mediados de los sesenta del siglo XX; cronológicamente, sigue al cool y precede a las vanguardias jazzísticas, en concreto, al free jazz y jazz modal, jazz y fusión, con influencias bien perceptibles de bossa nova y música latina).  Es curiosa la relación entre el jazz y la bossa nova, que, si bien  pueden parecer algo distantes por su origen  geográfico, manejan armonías y ritmos complejos que confluyen en ambos estilos. Mi primer profesor de guitarra, Juan Florenti, era y es un gran guitarrista, de amplio espectro de estilos, pero desde su juventud estaba enamorado del jazz y yo supe de la bossa nova a mis 15 años gracias a él, un guitarrista que aunaba talento y arduo trabajo técnico-instrumental.

Pero volvamos a Emily. Con diez años comienza a tocar la guitarra eléctrica, y lo hizo con la de su hermano mayor, una Gibson ES-330 de color  rojo cereza, y ya no se separó de ella, puesto que la acompañaría no sólo en su aprendizaje y progresión sino en la mayor parte de su carrera profesional. Sus primeras influencias musicales vinieron del folk y del rock, como tantos jóvenes de su generación,  ¡Quién no escuchó o se interesó en la adolescencia por los Beatles, Eric Clapton, a quien dedicamos aquí un espacio el 11 de enero de 2019: Clapton… ¿alguien no lo conoce? , Jimi Hendrix , a quien también rendimos tributo el 8 de marzo de 2019: Jimi Hendrix: contigo empezó todo,  o Johnny Winter, que también tuvo su espacio en este blog el 8 de mayo de 2020: “El guitarrista de las nieves”: Johnny Winter.!

Pero a los quince años empieza a tocar blues y no para de emular los solos del gran B.B.King, otro guitarrista de cabecera de este espacio, con biografía de 14 de diciembre de 2018: B de Blues: B.B. King . Y llega, en 1973, un momento trascendental en su vida: a sus dieciséis años se graduó en la escuela secundaria y tuvo que decidirse entre estudiar diseño gráfico en Rhode Island o música, en el Berklee College en Boston, institución ésta a la que ya nos hemos referido aquí. Es la universidad privada de música más grande del mundo. Fundada en 1945, es conocida por el estudio de jazz y de la música moderna de América,​ y también ofrece cursos de nivel universitario en una amplia gama de estilos contemporáneos e históricos, incluyendo rock, hip hop, reggae, salsa, heavy metal y bluegrass. Berklee College ganó la partida. Aunque al principio el jazz le parecía a Emily “un lío de notas”, fue escuchando a Paul Desmond y Pat Martino como quedó definitivamente atrapada por el jazz, audiciones en las que tuvo decisiva influencia el guitarrista y también compañero en Berklee, Chuck Loeb. Sus resultados académicos fueron excepcionales: completó en tan solo dos años la carrera de cuatro, graduándose en 1976  con solo 18 años. Su talento había sido estimulado con este estilo no siempre fácil de apreciar para una intérprete joven, y pudo sacar lo mejor de sí misma. El jazz siempre sería su compañero y su música siempre tendría lugar destacado en la historia del jazz.

Su carrera musical tuvo un ágil desarrollo profesional gracias a que Emily era una de las pocas guitarristas que era capaz de leer música, lo que le abrió la puerta a multitud de empleos en la comunidad jazzística. La música en vivo fue seña de identidad de su día a día, con formaciones que lo mismo tocaban en bodas que en festivales al aire libre, incluso con incursiones en el rythm and blues como su proyecto con el grupo Little Queenie and The Percolators. La importante labor interpretativa no impidió a la buena de Emily mantener paralelamente una activa labor docente, llegando a tener unos 25 alumnos en aquellos años post-graduación. Otra de sus fortalezas artísticas fue su competencia para acompañar a destacados cantantes, siempre, como ella reconocía, primando a los solistas y tratando de complementar su canto sin estridencias instrumentales, en clave de estricta y sensible acompañante (y, añadiría, de genial acompañante).

Pero el momento clave de su despegue musical llega en junio de 1978 coincidiendo que Herb Ellis se encontraba de gira en la ciudad (a quien dedicamos aquí un espacio el 24 de octubre de 2020: Herb Ellis, una tarde de octubre en clave de Jazz). Emily se armó de valor, le llamó por teléfono y con el pretexto de reparar su guitarra Aria Pro II PE 175 modelo “Herb Ellis” le pidió una lección que en realidad se convirtió en una jam session, desplegando ante Ellis todo su arsenal de conocimientos musicales y técnica interpretativa. Como vemos, una vez más, entre ser tímido y descarado, hay un término medio pero, en muchas ocasiones, sin descaro no hay premio. Herb quedó impresionado de Emily y tres semanas más tarde la invitó a tocar en el Festival de Jazz de Verano de Concord  California, en compañía de primeros espadas del jazz como Cal Collins (1933-2001), Howard Roberts (1929-1992), Remo Palmier (1923-2002), o el propio  Ellis (1921-2010), entre otros. Un torrente de reconocimiento y puesta en valor para una Emily que apenas contaba con 21 años.

En 1981 graba su primer álbum como líder para Concord Records, Firefly seguido un año después por Take Two, ambos trabajos con una formación de cuarteto (guitarra, piano, contrabajo y batería) y una clara orientación de hard bop en los que interpretaba una selección de composiciones propias y de grandes del jazz. En ese año, Emily vuelve al Festival de Jazz de Concord, ya como cabeza de cartel. No obstante, este punto álgido de su trayectoria artística iba inversamente proporcional al de su vida personal, con rupturas afectivas siempre difíciles de sobrellevar pero con el añadido extremo del consumo de estupefacientes; la destrucción de una persona joven, talentosa y llena de vida y sensibilidad era sólo una cuestión de tiempo, muy corto, apenas una década más.

Sus siguientes trabajos de estudio fueron Transitions (1983) y Catwalk (1984), en los que predominan sus propias composiciones con crecientes influencias del jazz moderno y de la música Brasileña.

Ese proceso autodestructivo que iba ganando la partida a su vida pudo haberse neutralizado en 1986 cuando nuestra protagonista se muda a Pittsburgh para trabajar como artista residente en la Universidad de Duquesne, donde da clases y estudia composición, tratando de superar su adición con terapia profesional pero no resultó; en 1988  regresó a su ciudad natal, Nueva York, repleto de buenos y competentes músicos con los que agruparse en nuevos proyectos artísticos.

En plena efervescencia creativa, el 4 en mayo de 1990, Emily fue encontrada muerta en la habitación de su hotel de Sídney, mientras hacía una gira por Australia, un fallo cardíaco fue la causa oficial del fallecimiento pero, no cabe duda, que la adicción de Emily a la heroína y al Dilauid (hidromorfona) fue decisiva en este triste y prematuro final.

Sus trabajos de estudio se completan con los álbumes: Together (1985), East to Wes (1988), disco homenaje a su querido y admirado Wes Montgomery (1923-1968), y This is Me (1990); álbumes -todos los de su colección- en los que trabajó codo con codo con extraordinarios músicos de jazz, igual que Emily acompañó a otros artistas en sus trabajos discográficos como intérprete de sesión.

Querida Emily, qué extraordinarias cualidades desplegaba tu talento, bien estimulado y regado por tantas horas de estudio. Los críticos destacan la calidad y oportunidad de tu fraseo, no especialmente complejo pero con un sonido clásico del jazz y una precisión rítmica y melódica imponente, ya que cada nota sonaba en su lugar, una simpleza tan compleja de obtener que sólo los más grandes como tú tienen ese privilegio, con unas concepciones armónicas superiores, un gran sentido rítmico y un swing arrebatador, en esa original mezcla entre lo nuevo y lo viejo, sin olvidar tus primeros referentes pero explorando otros estilos de espectro latino para hacer tu camino y marcar tu aportación en el jazz, con una técnica instrumental depurada. No es de extrañar que esa pulcritud interpretativa, querida Emily, mantuviera viva esa pulsión por enseñar, por tratar de descubrir y proyectar el talento de tantos otros, en convertirte por una tarde en Herb Ellis para descubrir a tu particular estrella, a la que moldear, tutelar y permitir despegar hacia el cielo. Hace falta generosidad y amor al jazz para poner tus conocimientos artísticos a disposición de músicos emergentes que un buen día tomarían el testigo de tu legado. ¡Qué buena idea haber dejado tu didáctica plasmada en dos vídeos instructivos: Bebop and Swing GuitarLatin and Jazz Improvisation, de 1986, en los que nos mostrabas una enseñanza moderna e impregnada de tu particular sentido del humor!

Seguramente ya lo sabrás, admirada Emily, pero tu querida guitarra Gibson ES-330  acabó en manos de tu amiga Susan Itkin, con la fatalidad de que fue seriamente dañada en el incendio de su vivienda en 2015. Pero sigues muy presente en la vida de tus fans y, así, fue fácil acordar una suscripción popular que reunió la nada despreciable cifra de 8.500 dólares que costaba su restauración, culminada finalmente en 2019, por el excelente luthier Chris Ambadjes. Tu Gibson sigue sonando y siempre lo hará, aunque será difícil que esté en mejores manos que en las tuyas, ya que, como bien sabes, los críticos de la revista de jazz Downbeat Magazine te eligieron en 1985 como Guitarrista del año.

Una vez te preguntaron cómo te gustaría ser recordada y tus palabras fueron: “Buenas composiciones, una guitarra memorable y mis contribuciones como mujer en la música, aunque la música lo es todo y no tiene nada que ver con la política o el movimiento de liberación de la mujer”.  Y desde luego que sigues estando bien presente en la escena del jazz, más de 34 años después, con dos discos homenajes: Just Friends, y con compañeros de profesión que comenzaron su viaje iniciático por el jazz escuchando y admirando tus interpretaciones como la también guitarrista Sheryl Bailey, quien te vio actuar en el Festival de Jazz de la Universidad de Pittburgh, cuando tenía 18 años y resultó una inspiración irrefrenable para orientar su carrera artística y estudiar guitarra, para intentar emularte, y finalmente, construir una carrera propia, como hiciste tú, tan bien y tan rápido. Y para muestra este Blues for Herb cuyo vídeo en YouTube comparto con tod@s para culminar estas líneas, con la seguridad de que estimularán vuestro interés por una carrera tan productiva e influyente; https://youtu.be/CqC8Cs_tgA4. Música de alto nivel, tocada con precisión maestra y rica sensibilidad.

¡Ha sido un placer admirada Emily!