Noche cálida de finales de julio, y muy relajada para mí, tras bajar la persiana de mi despacho jurídico para disfrutar de las vacaciones de agosto, único mes -por cierto- en el que no escribo biografías de artistas en este blog, con la satisfacción de haber obtenido buenas calificaciones en las asignaturas cuatrimestrales del Grado de Música en el me embarqué en el mes de marzo pasado, por lo que tomaré otra “copa universitaria” en el próximo curso.

Y esta noche no es una noche convencional. Hoy voy a disfrutar y compartir con vosotr@s la trayectoria del músico de Rock Asturiano más famoso e internacional. Es hora, y ya era hora, de hablar de Jorge Martínez, el fundador de la banda “Ilegales”.

Jorge nace en 1955 en Avilés y, en concreto, el 1 de mayo, Día Internacional del Trabajo, y en la escena musical, como veremos, ha trabajado mucho y bien. Los asturianos que tenemos ya una edad hemos presenciado en vivo y en directo el nacimiento, progresión y éxito del grupo “Ilegales”, que en muy poco tiempo se colocaron en primera línea de fuego del rock patrio y, en realidad, treguas y repliegues aparte, nunca han dejado de estar en la vanguardia artística.

“Ilegales”, -no me cansaré de consignarlo-, con Jorge Martínez a los mandos lleva más de 40 años en la brecha (cuando yo comencé Derecho, en 1989, ese dígito correspondía a las condenas más altas, llamadas de reclusión mayor; curiosamente, con más de 40 años de democracia hoy existe prisión permanente revisable). En todo este intenso período han publicado más de una decena de discos de estudio, dos discos en directo y, cómo no, un recopilatorio. Reseñamos seguidamente los de estudio:

Ilegales (1983), Agotados de esperar el fin (1984), Chicos pálidos para la máquina (1988), (A la luz o a la sombra) Todo está permitido (1990), El apostol de la lujuria (1998), Somos unos macarras (2001), El día que cumplimos 20 años (2002), Si la muerte me mira de frente me pongo de… (2003), Ni un minuto de silencio (2012), La vida es fuego (2015), Mi vida entre las hormigas (2017), Rebelión (2018), y La lucha por la vida (2022). En la tienda virtual de su web oficial: https://www.ilegalesrock.com/ se pueden adquirir todos estos discos cuyas portadas están a la altura de las canciones (¡Arramblad con todo!).

Llegados a este punto es obligatorio parar de leer (y yo de escribir) para escuchar un himno de los años ochenta. Hablo de “Tiempos Nuevos, Tiempos Salvajes”, cuyo enlace del vídeo en YouTube comparto con vosotr@s: https://youtu.be/KQRh-Axuvgk El tema es brutal, no, BRUTAL. Resulta conmovedor ver y sentir tan  cerca al recordado Alejandro Espina, tristemente desaparecido en 2016 (poco pude conocerte, querido y admirado Alejandro, pero lo suficiente para guardar dos o tres clips de tu sonrisa y generosidad en mi memoria más selecta, allá donde estés seguirás brillando).

El vídeo de esta canción, incluida en el primer disco de la banda (Ilegales) muestra a Jorge tocando un sólo característico y muy cuidado en esa guitarra indomable como es la Les Paul, que en manos de este gigante físico (Jorge sobrepasa el metro noventa) y excepcional y exigente guitarrista, parece empequeñecerse en sus manos. Por cierto que las imágenes bélicas de este vídeo no han envejecido mal, cuarenta años después y aún mucho tiempo más de esas imágenes rescatadas de conflictos aparentemente vetustos y superados, los campos y ciudades de Europa siguen ardiendo en Ucrania, como en los noventa lo hicieron en los Balcanes. ¡Qué tristeza de mundo! Mi abuelo paterno, Marcelino, que emigró a Cuba en los años veinte del Siglo XX, pensaba inocentemente que la instrucción de las personas finiquitaría las guerras; hoy, si viviera, estaría triste de comprobar hasta qué punto se equivocó (aunque, digo yo, siguiendo la estela de mi abuelo, mejor un libro que un revólver en el colegio).

Volviendo al lío. Cuando hablamos de Jorge: compositor, cantante, guitarrista y hábil comunicador podemos pasar por alto su condición de genial intérprete por lo brillantes y mediáticas que pueden llegar a ser sus otras habilidades; pero, nada más lejos de la realidad: Jorge por encima de todo es un guitarrista original y espléndido, buen conocedor de la historia de este instrumento, que desde que se electrificó prácticamente ha transcurrido un siglo (alguna de las guitarras de su amplia colección, que supera el medio centenar -y que un buen día nos mostró en una exposición en el Casino, dentro de los eventos del Gijón Sound Festival 2013- , son de los años treinta, como explicó muy bien en un documental sobre la banda emitido en la Televisión Pública Asturiana). Si bien es cierto que Ilegales no tuvo de inicio la promoción económica que tuvieron otros grupos de su época (muchos vinculados a la movida madrileña) hay que decir que su rápido e impactante  éxito les permitió realizar giras muy intensas y bien remuneradas por suerte, que facilitaron a sus integrantes hacer acopio de los mejores instrumentos de la parrilla internacional de la época. Dinero bien invertido, claro que sí. Algunos dirán: ¿Invirtieron en instrumentos porque sobraba la pasta? No lo creo. Fue una prioridad. Si antes dije que Jorge es un exigente, incluso maniático, guitarrista, y que bien podría llevar escrito en su guitarra el emblema del Everton Football Club: “Nil satis nisi optimum”: nada es suficiente si no es lo mejor, no lo decía en balde. Reproduzco seguidamente la respuesta de Jorge a la pregunta de cuál fue el momento más feliz de su vida, a lo que nuestro protagonista responde: “El momento más feliz hasta ahora fue cuando conseguí conectar una guitarra a un amplificador, no voy a decir de alta gama, pero sí de una marca legendaria. De esos que cuando suenan tienen consideraciones casi místicas. Ese momento…. al oírlo sonar con toda la banda… Tener lo que quería, ver cómo las canciones se van ensamblando. Tienes los ingredientes y puedes manejarte con ellos… Eso produce un placer indescriptible. Es tan fuerte que esa noche no duermes. Yo he pasado una noche rígido en la cama porque tenía una guitarra determinada a la que le había sacado un sonido determinado o ante la perspectiva de poder sacárselo. Ahora directamente me levanto a cualquier hora y me pongo a ello” (entrevista más que recomendable publicada en la Revista Esquire en  mayo de 2022: https://www.esquire.com/es/actualidad/musica/a39825606/jorge-martinez-ilegales-entrevista-nuevo-disco/

Ese placer indescriptible de un hombre que ha vivido tantas aventuras en el mundo del rock (¡ya me gustaría que alguna de ellas me las contase uno de los antiguos componentes de la banda!,  como fue el baterista Rubén Rodríguez “Mol”, amigo y admirado músico, que ha colaborado en muchas de las grabaciones de nuestro grupo Unexpected Visit; sin duda, un día le convenceré), que ha saboreado el éxito, que ha llenado y sigue llenando estadios en Europa y América (mañana mismo, hoy ya, actúan en el Festival Tsunami Xixón), y que lleva casi medio siglo explorando el sonido de la reina del rock, la guitarra eléctrica; no hay mayor declaración afectiva y efectiva de su apuesta renovada por tocar la guitarra cada vez mejor que las palabras reproducidas en el párrafo anterior, siendo consciente de que todo ese universo sonoro de sonidos, armónicos y efectos con combinaciones infinitas siempre planteará al bueno de Jorge un Sudoku que querrá resolver. Y ¡vaya si lo hace!.

Una canción que me encanta de “Ilegales” es la que voy a compartir ahora: “El Piloto” , incluida en el disco de “Agotados de Esperar el Fin” (1984), cuyo vídeo comparto seguidamente: https://youtu.be/5t-060usrqk

Resulta una historia genial la de Lindbergh, un aviador e ingeniero estadounidense, que en en 1927, alcanzó la condición del primer piloto en cruzar el océano Atlántico, de oeste a este, uniendo el continente americano con el europeo. Jorge describe la historia a la vez que nos sorprende con su divertida impresión de cómo pudo desarrollarse el vuelo y de las dificultades a las que se enfrentó el protagonista. Por cierto que, pese a que son legión -y no les faltará razón- quienes ponen como influencia de Ilegales a Elvis Presley y The Beatles -difícilmente un músico de rock se puede sustraer a tamaña influencia adhesiva-, la guitarra de Jorge en este tema,  tan limpia y aguda, me recuerda a la de Hank Marvin de The Shadows, a quien, cómo no, le dedicamos aquí un espacio el 25 de octubre de 2019: Hank B-Marvin & Fender Stratocaster , como también lo hicimos, con nocturnidad y alevosía, a un histórico miembro de esta superlativa banda asturiana como fue Rafa Kas el 1 de agosto de 2020: Rafa Kas, el Trueno del Norte

Otra canción que siempre me ha gustado es “Yo soy quien espía los juegos de los niños” (tengo la sensación, admirado Jorge, de que lo haces mientras escribo, al fin y al cabo soy un niño de apenas diez lustros y medio), también del primer disco (Ilegales), cuyo vídeo en directo no me resisto a compartir con todos: https://youtu.be/tSkKhG6EOpU . La guitarra del gran Jorge no suena precisamente a Marvin en este tema. Esa versatilidad de su sonido, mudable según las canciones, extraído de diferentes guitarras es seña de identidad de Jorge Martínez. Pero, querid@s amig@s, toda esa calidad musical no puede desdibujar todo lo que aportan  las letras de Ilegales, muy especialmente las de principios de los ochenta, con esas recurrentes llamadas a la lucha, a la resistencia, “a tomar nuestra parte” sin esperar a que nos la racionen esos grupúsculos fácticos que intermedian en todas las salsas políticas y económicas.

Seguramente, los rockeros de hoy sean músicos mejor preparados, por supuesto con más medios y acceso a la formación, pero, como Jorge ha dicho públicamente, se ha perdido el mensaje: “Hay verdaderos expertos en no decir nada”. No es el caso de Jorge, ni una palabra de desperdicio ni una nota intrascendente en su fraseo de guitarra . Y así seguimos, tanto tiempo después, las letras de Ilegales siguen contando las cosas que nos importan y nos afectan, pulverizando la superficialidad y engullendo esa aparente profundidad poética que otros proclaman para intentar decir algo que solo ellos entienden.

Admirado Jorge, cuando me aficioné a la guitarra, a mediados de los años ochenta, me “enfadé” contigo. ¡Cómo se te ocurre criticar a algunos de mis ídolos de la adolescencia como el gran Knopfler, a quien, por cierto, mi compañero de grupo, José Ramón Paredes, dedicó en este blog unas palabras el 6 de octubre de 2017: Mark Knopfler, un tipo genial (por José Ramón Paredes) En honor a la verdad, recuerdo difusamente una entrevista en La Nueva España de la época en la que criticabas aquellos macro conciertos con tintes solidarios característicos de los ochenta, y, claro, Knopfler pasaba por allí. Con el tiempo te perdoné porque me interesó escucharte y verte (recuerdo con estusiasmo el concierto que disteis muy cerca de mi casa, en La Losa, en las Fiestas de San Mateo en 2019), más allá de tus sensacionales canciones, en tus intervenciones públicas en la televisión (tus apariciones en “Moros y Cristianos” eran bestiales sin olvidarnos de aquel especial de Nochevieja de la Televisión Española en el que tocasteis, donde lanzaste esa máxima de libertad televisiva: “Señora: si no le gusta mi careto cambie de canal”), y descubrí a un personaje original y rompedor que, sobre todo, me hacía pasar muy buenos ratos, pero incluso cuando lo que decía estaba en las antípodas  de mi forma de pensar, me acaba quedando el “runrún” de alguna de tus controvertidas palabras en mi corteza cerebral. Y al final reflexionaba: ¿Y si Jorge lleva razón?  En todo no la llevas, querido Jorge, pero si la monarquía del Rock fuese electiva,  como lo fue en los albores de nuestro Reino Asturiano, puedes asegurar que te nombrarían Rey aunque ya lo seas. Y lo eres por méritos propios, por haberte empecinado en aquel viaje a  Madrid a principios de los ochenta con muy poco dinero, mucha cara, y unas canciones bárbaras  que convencieron a la discográfica para bailar a tu son, como siguen haciéndolo hasta ahora (como también has hecho bailar a tantos nostálgicos de los cincuenta y sesenta con tu original proyecto de “Jorge Martínez y los Magníficos”, que recuperó el rico y diverso repertorio  de las orquestas de la época). Fueron muchos viajes, giras, conciertos en los que las tentaciones de probar y experimentar de todo y con todo ganaron en primera instancia,  pero el recurso de apelación, querido Jorge, lo has conquistado tú, aquí sigues incombustible, en plena forma y clarividente;  aunque, como recuerdas con indisimulada pena, algun@s quedaron por el camino, y una de esas personas fue especial en tu vida, y como bien reconoces, todos los días te acuerdas de ella. Pero hay que seguir adelante. Ya sabes o algún día sabrás que este no es un blog para letanías. Comenzaste Derecho y bien pudiste haber ejercido como abogado, lo habrías hecho bien aunque, como un día dijiste quizás hubieses sido un óptimo juez; y es que, si hay que tomar decisiones arriesgadas determinación te sobra. Espero que algún día me enseñes ese palacio familiar renacentista en el que seguro que guardas una magnífica colección de instrumentos a la par que otra elefantiásica de soldados en miniatura. Ojalá que nunca se deje de jugar con ellos en lugar de jugar de mayores a las guerras: toda esa gente que está posicionada en la plácida retaguardia, con una mente disecada por el involucionismo más retrógrado, mientras dispone de la vida y hacienda de los demás. Para ellos, mi desprecio más directo y exclusivo, eso sí, apuntando bien, con elegancia,  para alcanzar el objetivo -sin daños colaterales-, si escupimos, hagámoslo de frente (como bien apuntas,  si lo hacemos para todos los lados el efecto es repugnante).

Y ya para acabar, casi saliendo al trote en busca de una cerveza muy fría, voy a escuchar un tema incluido en vuestro último disco La lucha por la vida; “Ángel Exterminador”https://youtu.be/RhSNOS5mAJY?list=PLSQiyAjQB3H7DiKTpFocZSQVBee_qUHvT , tema original del álbum Chicos pálidos para la máquina (1988), y en esta ocasión con la colaboración de Bunbury. ¡Temazo! Llevas razón y buenas cartas, querido Jorge: el regalo es vivir (haber vivido),  pero, si puede ser, mucho y bien; ¡larga vida para nuestro rockero más universal!, para seguir vibrando con tus canciones, las clásicas, y las que estén por venir. Y ahora, sí me desmarco temporalmente de vuestras canciones porque, coincido contigo, de que es necesario distanciarse, en una introspección solitaria, para echarse de menos. Y ya te digo que ese alejamiento de tantas y buenas canciones de “Ilegales” será efímero (lo que tardo en tomarme la cerveza).