Esta curiosa noche con las calles de Oviedo casi vacías y el estado nacional de alarma decretado, voy a referirme a un guitarrista nacido nada menos que a finales del Siglo XIX pero que, como veremos, ha contribuido a abrir el camino de la guitarra eléctrica. En esta extraña situación de ausencia de vida en las calles, con la preocupación generada por el coronavirus, puedo asegurar que este par de horas en las que voy a explorar y disfrutar de la biografía de este guitarrista serán las más saludables de la jornada.

Nuestro protagonista de hoy nace en 1893 en Mississippi, aunque se crió en Arkansas, apenas un cuarto de siglo abundante desde la abolición formal de la esclavitud, si bien los derechos civiles de los afroamericanos aún tardarían muchas décadas en consolidarse de forma efectiva. Big Bill se inició en la música, como muchos de su generación y entorno cultural, a través de las bandas de cuerdas locales. Su nombre completo es William Lee Conley Broonzy. Comenzó a tocar el violín y el banjo, (es decir un instrumento de cuerda frotada y otro de cuerda pulsada), en diversas formaciones de música Country. Su idilio con la guitarra llegaría en la urbe, cuando se traslada a la gran ciudad de Chicago en 1920 donde recibe clases de uno de los pioneros del Blues, Papa Charlie Jackson (1887-1938).

Sus primeros trabajos no fueron precisamente de la cuerda del Blues, destacando como un guitarrista de Ragtime, (estilo de música bailable nacida a finales del siglo XIX y muy popular a principios del XX caracterizada por un ritmo binario sincopado y compuesta mayormente para piano). Su conversión al Blues llega a la vez que su madurez musical en los años 30, convirtiéndose en una celebridad del llamado Blues urbano dentro del “estilo Chicago”, en el que la guitarra y el piano “dialogaban” musicalmente con sus solos. Big Bill tenía la facilidad de adaptar una composición popular sin desvirtuar su melodía matriz para transmitirla con el sello personal de una voz potente y declamadora, todo ello con la simpatía y el humor de unas letras ciertamente urbanas que conectaban a la perfección con los parroquianos de urbes como Chicago. No obstante, más allá de sus prestaciones vocales y creativas, además de su manejo del violín y el banjo, el mayor valor de este músico fue precisamente su relación con nuestro querido instrumento: la guitarra, lo que le ha valido ocupar un lugar de honor en la historia.

A nivel técnico generalizó la técnica denominada “Fingerpicking” o “Fingerstyle”, técnica propia de los guitarristas de Blues y Folk del llamado “Viejo Sur de los Estados Unidos” (las dos Carolinas y Virginia Occidental), a partir de 1920, apropiada para músicos en solitario y que consiste en aunar ritmo y melodía, (como si la guitarra fuese un piano), coordinando los movimientos del pulgar de la mano derecha, en su labor de destacar los bajos, con el índice, medio y anular que pulsan las cuerdas agudas, técnica que es bien común en la Guitarra Clásica, y que es magistralmente utilizada en la Guitarra Eléctrica por el gran Mark Knopfler, al que nos hemos referido en este blog el 6 de octubre de 2017: Mark Knopfler, un tipo genial (por José Ramón Paredes). Broonzy llegaba a tocar con cuatro dedos de la mano derecha, técnica que alternaba con la del uso de la púa para el punteo nota a nota, -que será decisivo en las siguientes décadas al generalizarse la guitarra eléctrica-, dentro de un estilo ingenioso, fluido y rico musicalmente, que contaba con la simpatía de la comunidad negra convirtiéndose en el “Rey” de los clubs de Chicago.

En 1936 se convirtió en uno de los primeros Bluesman que se acompañaba de un grupo musical con batería y Contrabajo, además de armónica y viento metal, formación denominada “Big Bill and His Chicago Five”.

Broonzy compuso o adaptó más de 350 canciones, compartiendo el centro de la escena o colaborando para grandes leyendas musicales de la época como la cantante -también de Mississippi, Lil Green (1919-1954), el Bluesman de Arkansas, Washboard Sam (1910-1966), el cantante, también de Mississippi, Jazz Gillum (1904-1966), o el gran guitarrista y cantante de Blues John Lee Hooker (1917-2001), sobre el que pronto escribiré en esta sección, como ya anuncié en la biografía de John Mayall, tratada aquí el 20 de diciembre de 2019: John Mayall, el padre del Blues blanco.

Sus trabajos discográficos están incluidos en las grandes firmas de su época, tales como Okeh Records (sello norteamericano creado en 1918 y desaparecido en 2000), Vocalion (USA, 1916), Bluebird Records (sello creado en 1932 y que se caracterizaba por su producción de discos de Jazz y Blues), American Record Corporation (ARC, USA, 1932), la más antigua discográfica: Columbia Records (Washington D.C. 1887), Mercury Records (fundada en Chicago en 1945 y con oficinas centrales en el Reino Unido en los tiempos actuales), o la ya desaparecida Chess Records (fundada también en Chicago en 1950).

La fama de Broonzy en Norteamérica propició que hiciese una gira por Europa en 1951, lo que en su época y en un estilo tan geográfico en aquellos momentos como el Blues no era muy común, acogiéndole en el Viejo Mundo con entusiasmo y curiosidad, por entonces Broonzy ya tenía 57 años pero aún le quedaba cuerda creativa para dar un giro a su carrera, atreviéndose a prescindir de su sección rítmica y a profundizar en temas folklóricos del Sur natal, alejados del Blues urbano de su larga etapa en Chicago, transformación que le dará para una nueva gira por Europa, ya sin su guitarra eléctrica (a la que se había unido en 1942), y recuperando la acústica característica de sus inicios, que darán lugar a varios trabajos discográficos que no tuvieron el éxito de su Blues urbano. Y es que el público y los críticos son difícilmente permeables a los cambios de estilo cuando ya han etiquetado y colocado en la cúspide de la pirámide musical del éxito a un artista. Curiosamente, este giro en su última etapa pareció devorar al mito en su Chicago de adopción y, por contra, potenció su figura “al otro lado del charco”, al punto de que su fallecimiento en 1958, tuvo una gran repercusión en Europa, glosando sus periódicos la categoría y genialidad de Big Bill Broonzy en el estilo del Blues (que tan cerca estaba de revolucionar la música en todo el orbe con los primeros intérpretes del Rock).

A la vez que escribo estas líneas me regalo una estupenda interpretación de la técnica del “Fingerpicking” en guitarra acústica por parte de Broonzy, disponible en el enlace: https://youtu.be/N-pShRISHnQ, en la primera de las tres composiciones que interpreta, siendo la segunda únicamente instrumental, mientras que en la tercera ofrece un registro técnico de púa, cuya influencia en el Rock que estaba por llegar resulta perceptible.

Si tuviésemos que seleccionar una de sus canciones más populares probablemente le dejaríamos elegirla al gran Eric Clapton ¿Quién mejor?, al que nos hemos referido en este Blog el 11 de enero de 2019: Clapton… ¿alguien no lo conoce?, canción titulada “Key to the Highway”, que Clapton rescató en su aclamado álbum “Layla and Other Assorted Love Songs, The Derek and The Dominos”.

Han pasado ya 127 años, querido Bill, desde que viniste a este mundo, a caballo de tres siglos, y aquí seguirás dentro de otros tres, y el Blues que tanto amaste seguirá amenizando tantas noches de cerveza, en clave personal o colectiva, porque como todas las músicas que desgarran el alma lo necesitamos como el respirar, y sigue bien vivo en todos los confines del mundo (observemos a “Rei”, esta Blueswoman japonesa: https://youtu.be/L0qnh0m50vQ, que es una digna sucesora oriental de las grandes guitarras del Blues y a la que dedicaré pronto una biografía pese a su insultante juventud); y, como estoy convencido de que te gustaría ser recordado como dejaste escrito, reproduzco estas líneas en tu honor desde mi más profunda admiración:

“Cuando escribas sobre mí, por favor, no digas que fui un músico de Jazz. No digas siquiera que fui músico o guitarrista. Simplemente, di que Big Bill Broonzy fue un conocido intérprete de Blues que grabó 260 canciones entre 1925 y 1952. Di, fue feliz cuando estaba borracho y acompañado de mujeres, gusté a todos los cantantes de Blues, aunque alguno se mostrara a veces celoso. Pero entonces Bill compraba una botella de Whisky y pronto todos volvían a tocar y disfrutar, hasta que Big Bill se sentía borracho, se esfumaba de la fiesta y se largaba a su casa a dormirla”.

Te tomo la palabra Big Bill, termino estas líneas y me tomo una cerveza a tu salud, a la del Blues y, si puede ser en buena compañía femenina.