Una vez superadas las vacaciones de agosto, toca ya volver a la feliz rutina bisemanal de escribir sobre guitarristas clásicos y modernos. La biografía de hoy hace la número 50 del blog, y está dedicada a un músico que he descubierto en este mismo año, el checo Wenzeslaus Matiegka.
Nuestro compositor y guitarrista nace en 1773 en Chotzen (Bohemia), en la actual República Checa y fallece en Viena en el año 1830, año de la revolución “burguesa” o “liberal” acontecida en Francia. En los años en los que desarrolló su vida, tanto su Bohemia de nacimiento como la Austria de su fallecimiento estaban integradas en el Sacro Imperio Romano Germánico de la monarquía Habsburgo.
Una vez completados sus estudios primarios, Wenzeslaus inició su educación musical de la mano del compositor y pianista checo Abbé Gelinek, convirtiéndose en un consumado especialista al piano, a la vez que estudiaba Derecho en la Universidad de Praga. Después de una experiencia laboral en el área jurídica al servicio de un noble militar, el Conde Kinsky, a la sazón mecenas del mismísimo Beethoven, Matiegka se traslada a Viena, ciudad musical por excelencia. El nuevo Siglo XIX está echando a andar con un Wenzeslaus que aún no ha cumplido los treinta años, donde pronto obtiene un reconocimiento como guitarrista, compositor y profesor de piano. Puede decirse que nuestro músico “cae de pie” en la capital austriaca, ya que no sólo resulta aceptado en los elitistas círculos musicales de la ciudad imperial sino también consigue tejer relaciones profesionales muy interesantes con músicos de la talla de Schubert, quien usó uno de sus trabajos, el Nocturno Opus 21, como base de su Cuarteto para flauta, viola, guitarra y chelo, o con el chelista Johann Carl Esterházy. Y es en esta ciudad donde se casa y desarrolla su carrera musical, como “Kapellmeister”, palabra alemana que significa Maestro de Capilla, figura de gran experiencia y prestigio, en la línea compositiva, que forma, gestiona y dirige al grupo de cantores e instrumentistas de música sacra en los oficios de las Iglesias.
La música, no obstante, como tantas veces ocurre en el arte, no le reportó la seguridad económica que requería para mantener a una familia numerosa, integrada por su esposa y nada menos que seis hijos, por lo puede decirse que más bien sobrevivió que vivió de la música, y a diferencia de otros compositores, que dieron lugar a generaciones de músicos, (pensemos en la familia de Johann Sebastian Bach, -cuya biografía fue tratada aquí el 22 de diciembre de 2017-, con más de 35 compositores destacados y una saga familiar musical de más de 200 años), el destacable trabajo artístico de Matiegka no prendió la llama del interés por la música en ninguno de sus hijos, quizás por el ínfimo retorno económico a tanto esfuerzo y talento.
La obra de Wenzeslaus que hasta la fecha se conoce integra 33 obras, incluyendo trabajos en solitario, dúos (mayormente para violín y guitarra y también para chelo y guitarra), tríos (fundamentalmente para flauta, viola y guitarra, aunque también dejó escritos puntuales trabajos para cuerno, clarinete y guitarra, y para violín, viola y guitarra), transcripciones, música de cámara, y lied (canción lírica breve para voz solista y acompañamiento), además de una docena de obras litúrgicas para pequeña orquesta, voz y órgano. No puede decirse, ciertamente, que se trate de una obra musical amplia pero, como veremos en relación a los trabajos de guitarra clásica, presenta interesantes aspectos que resultan muy apropiados para su estudio.
Según la opinión del guitarrista contemporáneo y estudioso, Francesco Gorio, Wenzeslaus Matiegka ocupa una posición de troncal importancia en la historia de la guitarra en Viena en el inicio del siglo XIX. Pese a iniciar sus estudios musicales con el piano, más tarde tuvo la oportunidad de aprender e interpretar otros instrumentos, especialmente la guitarra, consiguiendo ser “The rising star” (la estrella naciente), -en palabras de Gorio-, de las primera décadas del Siglo XIX en Viena, en lo que a las seis cuerdas pulsadas se refiere, si bien su sustento económico principal fue de la mano de la docencia musical. Curiosamente, Matiegka no escribió un método para guitarra pero buena parte de sus trabajos en este instrumento constituyen una riqueza de gran valor pedagógico para el estudio, sobre todo -añadiría yo- en el grado elemental o en los primeros cursos del grado medio, caracterizándose por aplicar los principios de la armonía clásica en una escritura que, pese a ello, resulta original; estudios que sin duda potencian y estimulan el desarrollo de la musicalidad en los intérpretes noveles.
Antes mencionamos la relación “vienesa” entre Wenzeslaus y Schubert, cuya colaboración musical deparó un equívoco durante más de un siglo en relación a la autoría de una obra. Hablamos del Nocturno Op. 21 de Matiegka para flauta, viola y guitarra, publicado en 1807, que Schubert transcribió y elaboró en su Cuarteto D.96 en 1814. El manuscrito de este cuarteto fue encontrado en 1918, y durante un largo tiempo fue considerado una obra original de Schubert, hasta que el guitarrista Teodor Rischel descubrió en 1931 la edición original de Matiegka de 1807, haciendo definitivamente justicia con su autoría (aunque, todo sea dicho, ninguna culpa tiene Schubert de que la obra original no se descubriera antes que la adaptada).
Mi contacto con la música de este compositor checo fue, como apunté al principio, en este año. Resulta que siempre me auto-regalo dos o tres manuales de música para guitarra clásica en época de Reyes (aunque siempre me reintegra su importe mi querida madre). Y en enero pasado rescaté de una tienda ovetense el “Studi Per Chitarra ” de Wenzeslaus Matiegka, Scelta, revisione e diteggiatura di Francesco Gorio, Edizioni Suvini Zerboni-Milano de 1987. En este manual hay 25 composiciones solistas para guitarra, sin gran dificultad técnica, (a excepción de las últimas cinco), y de lectura sencilla, a lo que contribuye esta Editorial cuya calidad de impresión resulta notable, como alguna vez ya he dicho en este foro. A su fácil lectura ayuda también que gran parte de los estudios están escritos en tonos de Do Mayor o en su relativo La Menor (sin alteraciones), con alguna excepción en Re Mayor o La Mayor (2 y 3 sostenidos, respectivamente), sin apenas alteraciones accidentales, y, -salvo las obras finales-, sin casi ligaduras o notas de adorno; con un armazón rítmico bastante estable, mayormente integrado por compases ternarios de subdivisión binaria, siendo su compás “fetiche” el 3/4, con pocos cambios episódicos a grupos de valoración especial, y algunos estudios -los menos- con arquitectura troncal binaria de subdivisión ternaria.
Y, como tantas veces ocurre, ¡qué bien suena la música sencilla! y ¡cuánto ayuda a los intérpretes estar en condiciones de leer a primera vista la partitura si su escritura no es compleja!. En apenas tres tardes hice una lectura completa del libro, descubriendo composiciones interesantes y agradecidas, y es seguro que no sólo repetiré buena parte de estas obras de Matiegka sino que estaré “al acecho” para seguir descubriendo su obra y hacerme con nuevas composiciones; seguramente sus trabajos de música de cámara para guitarra y otros instrumentos resultarán un auténtico placer del que no me voy a privar. Aunque esa será otra historia. Y la de hoy trató sobre un compositor y guitarrista, jurista en su juventud, por lo que me resulta particularmente cercano y admirable, puesto que mis estudios han sido también durante muchos años tan jurídicos como musicales. Seguiré descubriéndote Wenzeslaus e igualmente estaré pendiente de los investigadores que arrojen nuevas luces sobre tu obra.