Tras las semanas de inactividad propias del descanso veraniego, en esta soleada tarde de septiembre toca hablar de uno de esos maestros renacentistas que tod@s los que hemos estudiado Guitarra Clásica conocemos y admiramos: es el turno de John Dowland.

Este compositor y laudista nace en 1563 y fallece en 1626 a la edad de 63 años, longevidad bastante respetable para una época en la que la esperanza de vida resultaba extremadamente baja incluso en la vieja y dominante Europa.

Pese a tratarse de uno de los músicos más famosos de su época son muchas las lagunas que rodean la vida del artista (especialmente sobre los primeros episodios de su vida). Unos historiadores se inclinan por afirmar que nació en Londres, si bien, otros mantienen teorías antagonistas, como el historiador irlandés W.H. Grattan Flood que sitúa a nuestro protagonista de hoy en la localidad de Dalkey, cerca de Dublín, lo que podría ser consistente ya que Dowland hizo la siguiente dedicatoria de la canción From Silent Night: “a mi amante compatriota Mr. John Forster, el comerciante más joven de Dublín en Irlanda”. Y efectivamente la familia Forster era de Dublín; en cualquier caso, inglés o irlandés, John Dowland era, como veremos, un músico majestuoso, y hoy día proyecta dimensión universal e intemporal.

​Con apenas 17 años John se traslada a París donde comienza a trabajar para Sir Henry Cobham, el embajador ante la corte francesa, permaneciendo en la capital francesa durante cuatro años, regresando a Inglaterra en 1584, siendo admitido cuatro años después, en 1588, como becado en el Christ Church college, de Oxford.​ Esto merece un inciso. En agosto de 2019 tuve la oportunidad de disfrutar de una estancia en Merton College, uno de los 38 colleges de la prestigiosa Universidad de Oxford, y resulta sencillamente maravilloso visitar sus capillas, bibliotecas y los hermosos entornos naturales en los que están construidos. Lugares inspiradores que te acercan a la historia de personajes tan relevantes como John Dowland. Precisamente de esa experiencia ha quedado, además de un recuerdo imborrable, el esbozo de una canción titulada “Merton siempre va contigo”, que, Dios mediante, será grabada en un estudio por parte de mi grupo Unexpected Visit en los próximos meses y que colgaremos en la sección de Música de la web. Entre tanto dejo abiertos estos enlaces con la versión de la canción con guitarra acústica https://youtu.be/FwsjdLYO-vM, con piano digital https://youtu.be/9YuKfttaYto y el solo de guitarra eléctrica https://youtu.be/fDdlbFYQhoQ. Pero esa será otra historia. Continuemos con Dowland.

En 1594 se presentó una vacante de laudista en la corte inglesa, a la que John intentó acceder sin éxito. Su condición católica, -un guiño más a su posible y probable origen irlandés-, no fue al parecer una buena tarjeta de presentación en la corte protestante de la mismísima Isabel I, aunque, en honor a la verdad, otros músicos católicos sí que hicieron carrera en Inglaterra como William Byrd (1543-1623).​

Años después, en 1598, (fecha de fallecimiento del rey español Felipe II, gran dominador del mundo conocido de su época), John comienza a trabajar en la corte danesa del Rey Christian IV, lo que no le impidió publicar sus composiciones en Inglaterra, y pasar estancias prolongadas en las Islas. El monarca danés apostó con gusto y convencimiento por el trabajo musical de Dowland lo que reportó a éste importantes beneficios económicos, siendo a finales del Siglo XVI uno de los cortesanos mejor pagados del Reino danés. Esta relación profesional y artística toca fin en 1606, con un Dowland maduro, de 43 años, regresando a Inglaterra y consiguiendo, no sin esfuerzo y espera un puesto de laudista en la Corte, ya de Jacobo I; regreso a Inglaterra que se tornaría definitivo puesto que allí pasaría la última etapa de su vida, poco prolífica desde el punto de vista compositivo, hasta su fallecimiento en 1626, siendo enterrado en St Ann’s, Blackfriars, Londres, el 20 de febrero de 1626.

Sus composiciones pivotaron sobre dos influencias principales: por una parte, las populares canciones galantes y, por otra, la música de baile del Renacimiento. El laúd resulta protagonista principal o secundario de lujo de todas sus obras, instrumento al que dedica varios libros de obras solistas o canciones para voz y laúd, si bien con algún trabajo circunstancial para violín y laúd.

Si tenemos que destacar una obra, bien podría ser la instrumental Lachrimae, o Seaven Teares, (1604), integrada en el libro Siete Pavanas Apasionadas, un conjunto de pavanas para cinco violines y laúdes, cada una basada en el tema derivado de la canción de laúd “Fluyen mis lágrimas“, colección instrumental muy popular en su tiempo. Recordemos que la pavana es una danza cortesana en compás de 2/4 ó 4/4 de moda en toda Europa en el Renacimiento. Su pavana, “Lachrymae antiquae“, proyectó su influencia sobre otros compositores posteriores que realizaron variaciones sobre la obra. Como antes apuntamos en sus influencias musicales, John Dowland también bebió de las canciones populares para su creación musical de la que es exponente su versión de laúd de la balada popular “My Lord Willoughby´s Welcome Home“. Y entrando en mayor medida en el campo vocal hay que decir que John también era cantante además de laudista y compuso la nada despreciable cifra de 87 canciones para voz y laúd que se integran en las siguientes colecciones: Books of Songs or Ayres (entre 1597 y 1603), A Pilgrims Solace (1612) y Musical Banquet (1614).

Las razones para traer al gran John Dowland a este espacio guitarrística están, como veremos, bien fundadas. El laúd es un instrumento musical de cuerda pulsada parecido a la guitarra pero de menor tamaño, con la caja ovalada y cóncava, el mástil corto, las cuerdas dobles (seis pares o más) y la tablilla de las clavijas formando un ángulo muy pronunciado con el mástil. Su origen se remonta a la Edad Media y su introducción en Europa se inició precisamente en la península ibérica por los musulmanes e influyó en los cordófonos (otros instrumentos de cuerda) que, por entonces, ya existían en la península.

Al igual que ocurre con otros Músicos del Renacimiento como Robert Johnson, (no debemos confundirlo con el gran músico de Blues del mismo nombre y apellido), a quien dedicamos un espacio aquí el 23 de febrero de 2018: Robert Johnson, la “guitarra” antigua, las obras escritas para vihuela o laúd, antecedentes de la guitarra, de los Siglos XVI y XVII, están transcritas para nuestro instrumento. Precisamente la decisión de dedicar un tiempo, siempre apasionante y fructífero, a John Dowland en esta semana se propició tras interpretar una de sus obras en uno de esos momentos íntimos que reservo para la guitarra. La obra es la Galliard, cuya partitura está rescatada de la Universidad de Cambridge, y que formó parte del programa de mi cuarto curso de Guitarra Clásica allá por el año 1993. Como en todas estas transcripciones de corte renacentista la afinación de la tercera cuerda (Sol) baja medio tono para convertirse en un #Fa al aire con toda la repercusión de cambio progresivo de notas en las pulsaciones sobre dicha cuerda, además de la dificultad añadida de explorar posturas armónicas distintas al formar los acordes con el resto de cuerdas que mantienen afinación común.

La Galliard (Gallarda) fue una forma musical y danza del Renacimiento, popular en toda Europa durante el Siglo XVI (el tiempo de Dowland).

La partitura en concreto está estructurada en compás ternario de subdivisión binaria (3/4), de apenas 24 compases, con tempo moderato de 72 negras por minuto, en tono de Mi Menor, con las alteraciones accidentales propias de las escalas menores en los grados sexto (#Do) y, sobre todo, séptimo (#Re), antes de caer sobre sobre la tónica Mi. La obra, de nivel técnico medio, no es rítmicamente complicada pero tiene la dificultad de aglutinar cejillas con notas al aire que unidas a la afinación específica renacentista requieren una concentración mayor para ejecutar la obra. Una vez estudiada, es el momento ideal para seguir leyendo música antigua de Dowland, Johnson y de tantos otros, aprovechando la efervescencia de la lectura fluida en esta afinación. Un placer redescubrir a John Dowland y su Galliard, recomendable para tod@s l@s guitarristas clásicos y modernos.

Hora de hacer balance, querido John. Te sorprendería la influencia que tu obra ha proyectado sobre músicos del Siglo XX. Efectivamente, tu canción “Come Heavy Sleepe, the Image of True Death“, fue la inspiración para Nocturnal de Benjamin Britten, compositor y director de orquesta británico, escrita en 1963 para el guitarrista y laudista inglés Julian Bream, considerada una de de las obras más importantes del repertorio guitarrístico.

¿Y qué podemos decir de grandes del mundo del Rock? Elvis Costello incluyó una grabación (con Fretwork and the Composers Ensemble) de Dowland, “Can she just my wrongs” como una canción adicional en el relanzamiento de 2006 de The Juliet Letters. Y nada menos que Sting, en 2006, editó un doble CD de música renacentista titulado Songs from the labyrinth, sobre buena parte de tus composiciones, con acompañamiento del intérprete bosnio de laúd Edin Karamazov, que gozaron del reconocimiento del mundo de la música clásica.

Pese a que la melancolía era sello de tu tiempo, estos reconocimientos “del futuro” bien podrían replantearte rebautizar tu obra titulada “Semper Dowland, semper dolens” (siempre Dowland, siempre triste), por “Semper Dowand Semper Hilarem” (siempre Dowland siempre alegre), y, máxime, porque además del reconocimiento universal de tu obra para toda la posteridad dejaste en las mejores manos tu puesto de laudista en la corte, ya que te sucedió tu hijo Robert Dowland quien además se encargó de la publicación de tu colección Musical Banquet, en 1614, por lo que pudiste agradecérselo en vida. Y es que cuando uno contempla tu obra se conmueve con todo lo sublime que atesora el alma humana, como destacó el poeta Richard Barnfield que te escribió una frase a la que yo no le podría hacer sombra: “el toque celestial de Dowland sobre el laúd enardece el sentido humano”.