Esta noche quiero dedicar estas líneas al compositor y laudista barroco Silvius Léopold Weiss, nacido en 1687 en Breslau, Silesia -Wroclaw en la Polonia actual- y fallecido en Dresde en 1750, año que cierra el período temporal del Barroco musical. Se trata de un músico brillante y precoz que conoció afortunadamente el éxito artístico en vida, estando inicialmente en Bresnau -su localidad natal- bajo la protección del Conde Karl III Philip, posteriormente sigue su carrera musical en Roma bajo el mecenazgo de la familia real Polaca en el exilio y, en concreto, del príncipe Aleksander Benedykt Sobieski, alcanzando posteriormente su reconocimiento como músico de cámara del Príncipe Elector de Sajonia Augusto, donde desarrolló su carrera musical hasta su muerte.

Mi experiencia personal con la obra de Weiss se concentra en su composición “Fantaisie”, trabajo que tuve que abordar en mis estudios de quinto de guitarra clásica, obra difícil pero muy agradecida en su resultado final. Esta composición en Mi menor tiene 2 partes bien diferenciadas, una primera sin estar condicionada por un tempo concreto, de hecho la partitura que manejé se corona de inicio con la expresión “un poco libre”, sin un compás determinado o, para ser más exactos, sin ninguna barra de compás o línea divisoria, a modo de un único “macrocompás”, eso sí, de subdivisión binaria, integrado exclusivamente por semicorcheas arpegiadas, escoltadas por una línea de bajos de blancas y negras cuyo sonido grave abraza la ejecución al unísono de las escalas semicorcheadas en una tesitura alta y aguda, llegando a pulsarse el sonido Fa sostenido del traste decimocuarto de la primera cuerda, con frecuentes alteraciones de los grados sexto y séptimo (Do y Re), si bien no se plasma en una escala melódica típica puesto que a diferencia de ésta, que solamente altera esos grados en sentido ascendente, en el caso estudiado también se alteran accidentalmente la superdominante y la sensible, (otra forma de referirse a los grados VI y VII), también en sentido descendente. Es también común la alteración de la nota Sol, si bien hay que entender esta alteración no como la mediante o nota tercera de Mi, sino como una transición modulatoria a La menor, tono cercano al base de Mi menor puesto que sólo les separa una alteración, lo que fácilmente puede determinarse al seguir siempre ese Sol sostenido a La, como sensible o séptimo grado de ésta.

La segunda parte tiene un compás -con sus líneas divisorias- y un tempo señalado: hablamos de un 2 por 2 en un sostenuto, con previsión de 76 blancas por minuto, que no da precisamente una sensación auditiva lenta, si tenemos en cuenta la presencia de negras -mayormente-, corcheas y alguna semicorchea, además de un par de mordentes cuya ejecución requiere control de su rapidez.

Esta parte segunda tiene un puñado de compases (del 26 al 37) que, para mí gusto, constituyen uno de los fragmentos más bellos y característicos del Barroco, preciosa combinación de voces extremas (bajo y soprano, en terminología vocal), cuya rítmica ejecución estoy convencido de que agradaría a cualquier aficionado o profesional de la música, siendo una suerte que los intérpretes de guitarra dispongamos de transcripciones del legado de esta época musical tan brillante.

Con total seguridad que no seré el primero pero tengo en mente acometer una grabación de esta obra con la guitarra eléctrica, para explorar su musicalidad en un instrumento muy diferente a aquel laúd en el que Waiss compuso la Fantasía y aprovechando los efectos que la técnica moderna pone a nuestra disposición. Ojalá que resulte una experiencia tan enriquecedora como su descubrimiento al leer su partitura por vez primera.

Hablamos de un compositor justamente calificado como prolífico puesto que se conservan unas 600 composiciones para laúd (buena parte de ellas sonatas) además de la música de cámara y conciertos que, lamentablemente, se han perdido ya que sólo se conservan fragmentos de los mismos -en concreto sus partes solistas-; pero también destacó como intérprete e innovador de la cuerda pulsada, siendo interesante recordar que aportó modificaciones en la estructura del instrumento añadiendo dos órdenes (cuerdas) a las once ya existentes, siendo considerado como el padre del laúd, prestigio y éxito que le alcanzó para interpretar obras en compañía de J.S.Bach con el que trabó una estrecha amistad, finalizando curiosamente sus vidas prácticamente al unísono en el año 1750.