Próximos a terminar el mes de junio voy a tener la suerte de culminar esta tarde redactando con verdadero placer unas frases sobre un guitarrista de primer nivel del espectro del Hard Rock, que ha crecido cerca de mi entorno, en esta Asturias tan heterogénea y rica a nivel musical en estilos e intérpretes.

Alberto Rionda Martínez nació en Oviedo el 2 de septiembre de 1972, por lo que tocará buena parte de sus conciertos previstos para este verano con 46 años. Guitarrista espectacular en la ejecución de sus solos en directo, destaca además por ser el compositor, impulsor y productor del grupo asturiano “Avalanch”, dentro de la dimensión del Metal Progresivo, cuya popularidad y éxito ha traspasado fronteras internacionales.

Sus comienzos con la música fueron cuando apenas tenía 5 años, como estudiante de guitarra clásica. Cuesta imaginar a un niño tan precoz, tocando un instrumento como la guitarra -que rara vez se adapta, a diferencia de los instrumentos de arco-, al tamaño de los pequeños dedos, pero, como expondremos seguidamente, la guitarra -en sus especialidades clásica o eléctrica- ya nunca dejaría de acompañarle. También resulta curioso que un guitarrista que construiría su carrera sobre la distorsión y el consistente sonido del Hard Rock, bebiese y no de manera coyuntural en las fuentes de nuestros ancestros clásicos. Y es que, quienes hemos tenido la suerte de combinar ambos aprendizajes, clásico y eléctrico, disponemos de herramientas y técnicas exportables que retroalimentan ambos estilos. Realmente uno puede encontrar curiosos paralelismos entre buena parte de la música del Barroco y el Heavy Metal, más allá de unas diferencias temporales o tecnológicas; pero si hablamos de escalas, de construcciones armónicas, de cadencias perfectas, etc., las diferencias no resultan tan descaradas. Puestos a pensar ¡Quién sabe si Vivaldi, Purcell, Händel o el mismísimo J.S. Bach no tocarían en nuestro tiempos la guitarra eléctrica!

Volviendo a Alberto, hay que decir que, tras compatibilizar la guitarra con la Universidad, en un momento dado decide apostar fuerte por la música, consciente de que tenía capacidad, talento y sacrificio para profesionalizarse, y se lanza con ímpetu hacia su primer gran proyecto, el que sería el grupo de su vida: “Avalanch”, proyecto alumbrado en múltiples frentes, puesto que su iniciativa no se circunscribe a tocar o a componer exclusivamente sino que instala su propio estudio de grabación: “Bunker Studios”, en la localidad asturiana de Posada de Llanera, donde está en condiciones de explorar su faceta como técnico de sonido. Esa versatilidad como productor, compositor, brillante intérprete de guitarra, técnico, teclista y percusionista, le permiten conectar desde una región pequeña y apartada en buena medida de los circuitos musicales, con muchos profesionales con los que construir “networking” artístico.

Comienza la progresión de trabajos discográficos de los nueve álbumes de estudios de “Avalanch”: “La llama eterna” (1997), “Llanto de un héroe” (1999), “El Ángel Caído” (2001), “Los poetas han muerto” (2003), “El hijo pródigo” (2005), “Muerte y Vida” (2007), “El ladrón de sueños” (2010), “Malefic Time: Apocalypse” (2011) y “El Secreto” (2019).

La formación de Rionda consigue un importante éxito nacional e internacional, muy especialmente en Hispanoamérica, donde cuentan con legiones de fieles seguidores. Los conciertos resultan una estampida de decibelios en un espectáculo arrollador. El virtuosismo de Alberto queda bien justificado escuchándolo en directo mientras “dispara” cualquiera de sus elaborados y pulcros solos. No se trata solamente de un sonido propio, de una ejecución efectista, sino que las escalas que utiliza con tanta rapidez como precisión hablan desde su interior, “cantan” los sonidos en lugar que las palabras, desde el corazón de ese “guerrero medieval” de la guitarra cuya exposición de su trabajo deja al público no sólo con la boca abierta sino también con el convencimiento de que detrás de su performance hay un auténtico sacrificio por la música, en dedicación e insistencia, propio de los grandes deportistas, con los que cada vez se van hilando más paralelismos en trabajo, calentamiento, repeticiones de movimientos e incluso lesiones. La primera vez que tuve el privilegio de escuchar a “Avalanch” en mi ciudad, en Oviedo, no pude dejar de sorprenderme que tuviésemos tan cerca a una banda tan profesional y de tanta calidad, conmoviéndome por la destreza con la que la mano izquierda de Rionda se deslizaba por el mástil, empastando escala tras escala en su tormenta solista. Y aún más sorprendente resulta que tras veinte años siga viviendo en Asturias y tocando por medio mundo. Y es que, como recientemente explicó en una entrevista, los componentes actuales de su banda: Mike Terrana (baterista de Estados Unidos), Dick Schlächter (bajista alemán), Manuel Ramil (teclista gallego), Jorge Salán (guitarrista madrileño) e Israel Ramos (cantante catalán), además del bueno de Alberto, conforman un equipo internacional cuyos componentes sólo se juntan para los conciertos y ensayos preparatorios, normalmente pocos porque además de ser profesionales excelsos se entienden muy bien, hablan el lenguaje musical del Rock, difícil de aprender y aún más de compartir. Reflexionando sobre esto, hay que decir que la tecnología ha invadido todas las esferas de nuestras vidas y hoy puede perfectamente organizarse una clase on line con estudiantes y profesores en los cinco continentes, organizar una videoconferencia para rendir cuentas a una comisión académica de las evoluciones de una tesis doctoral, y ¡cómo no! aprovechar el sistema de transmisión de datos tan inmediato y efectivo para poner a volar una melodía o una estructura rítmica vía mail o whatsApp para trabajar sobre ella desde cualquier parte del mundo. Pero, eso sí, lo que esperemos que no llegue a pasar nunca es llegar a sustituir a un componente del grupo por un holograma o sucedáneo, salvo que sea para integrar en el escenario a una leyenda del Rock ya desaparecida. Y ya que tocamos este tema, Alberto Rionda tuvo una influencia musical destacada de la banda “Queen”, no estaría mal un mano a mano entre Brian May y el propio Alberto Rionda pero, que sea en directo y sin hologramas ¡Por favor! (salvo para traer de vuelta al gran Freddie Mercury…).

La calidad de Alberto Rionda como guitarrista de primera magnitud no la voy a descubrir ahora. Ha recibido varios premios nacionales poniendo en valor su excelencia interpretativa como un primer espada del Heavy Metal Español, ganador del Premio Amas como mejor guitarrista asturiano, siendo reconocido igualmente como excelso guitarrista a nivel nacional con la concesión de premios de la prensa especializada. La guitarra de Alberto más reconocible es la Gibson Les Paul, guitarra de cuerpo macizo, no especialmente estética, pero con un sonido de frecuencias medio-graves, y una consistencia muy apropiada para el Rock duro, pero también hay que destacar que Alberto tocó también una guitarra Ibanez JEM Steve Vai Signature, de color blanco, que, para mi gusto, es una guitarra preciosa y con un sonido para solos muy agradecido. Si hablamos de amplificadores, Marshall es su sello, siendo Alberto Rionda el primer español con contrato de exclusividad con esta mítica marca, con la que comparten “matrimonio musical” Angus Young, Gary Moore y hasta el mismísimo Jimi Hendrix, lo que pone bien a las claras de qué nivel o división de guitarristas estamos hablando.

El trabajo en el mundo de la música de Alberto Rionda, no se ciñe exclusivamente a Avalanch. A lo largo de estos años ha sido guitarrista de la Asociación Folk Asgaya, grabando en 2006 el álbum “Escontra’l Tiempu”, integrando igualmente la banda “Stunned Parrots”, grupo compuesto por varios componentes de Avalanch, de Stormy Mondays y de “Geisser”, con un álbum grabado por título: “Vol.1 – Pining for the Fjords” (2006), grabando también con la formación “Geysser”el trabajo “El hombre sin talento” (2010), sin olvidarnos de su proyecto reciente y personal denominado “Alquimia”, con dos trabajos titulados, uno como el grupo, “Alquimia” (2013), y otro nominado como “Espiritual” (2015), además de múltiples colaboraciones a nivel nacional.

Tras más de 20 años como músico profesional, en diferentes formaciones, con la experiencia interpretativa en varios instrumentos, y mentalidad empresarial como productor, sin olvidar sus conocimientos como técnico de estudio, además de como docente de guitarra eléctrica, hay que destacar que pese a todo Alberto destaca mayormente en su motorización creativa en diferentes estilos: además de haber dejado su sello como compositor de letras y música de la mayor parte de las canciones de sus grupos, también ha sabido encontrar tiempo para la música de teatro (3 ó 4 composiciones anuales), películas de animación, cine, música documental, programas de televisión e incluso para los anuncios publicitarios. Creatividad y talento sin salir de tu tierra. Resulta lógico sentirse un liliputiense ante tu figura pero lo acepto con orgullo sabiendo que nos apasiona el mismo instrumento y que pisamos la misma tierra. Seguramente, querido Alberto, habrías podido ser un notable Ingeniero de Minas si hubieses seguido por ese palo, pero el tiempo nos ha demostrado a tod@s que tu apuesta resultó sobresaliente, y, es que, como bien decía tu padre, “eres un guitarrista de la ostia”, con la suerte que tienen tus alumnos de contar con tu magisterio musical en la Escuela de Música Derrame Rock School de Oviedo. No te marches nunca salvo para regalar tu talento en los exitosos conciertos de tus bandas y para seguir captando talento musical en todo el mundo, reconocimiento que algún día Asturias te rendirá de forma inquebrantable.