Llega el otoño, amig@s, y con ello el cielo gris, los colores mates de las hojas de los árboles, las noches más largas… pero, como todas las estaciones, ésta también tiene su encanto y depende en buena medida de nuestra predisposición a fundirnos con ella. Esta tarde vamos a tratar de pasar un rato agradable retrotrayéndonos a los años veinte del siglo pasado, época en la que la guitarra moderna, precursora de tantos estilos que ya estaban latentes y otros que iban a llegar, estaba tomando cuerpo de la mano de músicos tan interesantes como Jimmie Rodgers.
Nuestro protagonista nace en 1897 (mismo año que mi abuelo paterno, Marcelino), en el Estado norteamericano de Mississippi, en un entorno de crecimiento del ferrocarril (de hecho su padre trabajaba en el sector). Seguramente todo lo que rodea a los trenes, a sus salidas y llegadas, a las despedidas y recepciones, a la vía como nexo de unión de lugares tan alejados, que en ocasiones representan un viaje sin regreso, es un sugerente campo de inspiración para las canciones y, precisamente, en el caso de Rodgers tendrá una influencia trascendente en la temática de sus temas musicales y en su propia actitud ante la vida. Y no es que el bueno de Jimmie contemplase los trenes desde la estación sino que con sólo catorce años trabajaba como ferroviario en la categoría de aguador de los obreros del ferrocarril. Fue a partir de ese momento cuando comenzó a tocar el banjo y la guitarra.
El banjo es un instrumento de 4, 5, 6 ó 10 cuerdas, formado por un aro o anillo de madera circular de unos 35 cm de diámetro cubierto por un parche de plástico o piel como una tapa de guitarra. El parche y el anillo de madera se ensamblan con tornillos metálicos (y el resonador de madera que se añade posteriormente, también). La mezcla de materiales que conforman el banjo consigue uno de los instrumentos musicales con el sonido más característico e inconfundible que existen. Fue desarrollado en el siglo XIX en Estados Unidos, donde los músicos negros explotaron, sobre todo, sus posibilidades rítmicas y pronto se convierte en el instrumento musical por excelencia de la música tradicional estadounidense. Hacia 1890 entra a formar parte de la música dixieland (uno de los estilos de jazz-hot con predominio de los instrumentos de metal, estilo en clave de improvisación que se desarrolla en mayor medida en la década de 1910).
Pero sigamos con la trayectoria de Jimmie. La época que le tocó vivir no espera a rezagados y con sólo 23 años ya se había casado dos veces y era padre de una niña. El trabajo nómada de los trenes lo sustituye por el de granjero, más acorde con su situación familiar. Parece que el movimiento era innato en Rodgers y el trabajo sedentario en el campo se ve pronto sustituido por el de camionero, seguramente otra buena fuente de inspiración creadora. Aunque, definitivamente, no habría color con los trenes de la época si los comparamos con camiones tan rudimentarios como los de los años veinte y las carreteras por las que transitaban.
Jimmie tampoco iba a arraigar en este trabajo y con apenas 26 años se traslada a Nueva Orleans que abrirá a nuestro músico la opción real de dedicarse a su pasión. En la ciudad “Big Easy”, -como es conocida por su ininterrumpida vida nocturna-, conocerá a un pintoresco personaje: Goebel Leon Reeves, cantante de folk estadounidense (1899-1959), que resultará capital en las enseñanzas y estilo propio que desarrollará Rodgers. Pero no nos adelantemos. El momento de agarrar la guitarra y dejarlo todo aún no había llegado. Nacen más hijos que no impiden la separación con su segunda esposa lo que lleva a Jimmie a distanciarse de su familia trasladándose al oeste del país, a los estados de Utah y Colorado, buscando empleos para sobrevivir, regresando de nuevo a su oficio adolescente de ferroviario que le llevará por, entre otros estados, Florida, Arizona o Texas.
Llega el año decisivo en su vida: 1926. Decide dejarlo todo y convertirse en un músico profesional. Tenía ya 29 años y muchas millas de vida recorridas. Seguramente si Jimmie no hubiera tenido el arrojo de enfrentarse a sus miedos y superarlos gracias a su pasión por la música no habría tenido eco en la historia artística aunque no por ello tocaría peor o sus ideas compositivas serían deficientes, simplemente se habrían perdido en el humo de una locomotora, como buena parte de las creaciones de otros buenos músicos que, por primar sus vidas familiares, no saltaron al vacío del arte con todas las consecuencias, y no se lo podemos reprochar. Pero, eso sí, Rodgers lo hizo y yo, casi cien años después, lo aplaudo.
Su primer grupo se denominó Jimmie Rodgers Entertainers, con el que pondrá en escena un interesante estilo de autor en el que las partes cantadas estarán basadas fundamentalmente en el Blues pero con una extraordinaria relación de conveniencia musical con el Yodel de origen europeo (el Yodel es una forma de cantar en la que el intérprete efectúa cambios bruscos en el tono de su registro vocal, pasando rápidamente del tono grave al tono agudo y viceversa, generando así un sonido melódico con característicos altibajos tonales). No resulta extraño que su estilo se bautizase como Blue Yodel.
Dejo en este enlace que acabo de escuchar una muestra del estilo de Jimmie Rodgers, grabación casi centenaria: https://www.youtube.com/watch?v=qEIBmGZxAhg
Apenas un año después, en 1927, la banda consigue ser contratada por una emisora de radio, medio de difusión musical trascendental en una época sin televisión popularizada, si bien ya creada por el escocés John Logie Baird en 1926, lo que posibilitó que fueran descubiertos por Ralph Peer, un cazatalentos y director artístico de la Compañía RCA (Radio Corporation of America). Llegan las primeras grabaciones de Jimmie, en solitario, con su guitarra y voz en formato “pleistocénico” de 78 revoluciones por minuto, destacando los temas titulados The soldier´s sweetheart y Sleep, baby, sleep, disco que tendrá un gran éxito en apenas dos meses.
Rodgers estaba a punto de mostrar su sello artístico más intemporal. Comienza a grabar su serie de los Blue Yodels, numerados del 1 al 12 y con la peculiaridad de subtitularlos (por ejemplo el Blue Yodel nº1 es conocido por T de Texas (al que corresponde el enlace musical reseñado y probablemente el más famoso de la serie), o el 12 como Barefoot blues, proceso en el que invertirá un sexenio, entre 1927 y 1933. Es el momento de disfrutar del éxito. Jimmie se convierte en un primer espada de la música Country consiguiendo varios discos de oro por sus ventas. Y es que estamos en el momento del surgimiento del género Country y por lo que respecta a Estados Unidos, son los años veinte el momento de su gestación en las zonas rurales del sur del país, y que aglutinará -en la línea de Rodgers- la música folklórica de origen europeo con el Blues, Bluegrass o el Gospel.
Este eclecticismo musical de Rodgers, que no se sujeta a paradigmas artísticos concretos, determinará la falta de estabilidad en sus formaciones, si bien, ello le permitirá, además de defender sus trabajos en solitario, colaborar con muchos y buenos músicos, como la Bob Sawyer´s Jazz Band, los Lani McIntyre´s Hawaiians o la familia Carter, entre muchos otros.
Lamentablemente una carrera tan meteórica e imparable tuvo un final abrupto en la cima del éxito. La salud del artista, que no entiende de notas ni de figuras musicales, llegó a su límite tras casi ocho años -coincidentes con su progresión artística- enfermo de tuberculosis. Cien años después los virus respiratorios siguen desgraciadamente causando bajas entre los nuestros. Pero hasta el último momento este músico norteamericano dejó su impronta compositiva con su último registro Fifteen years ago today, apenas dos días antes de su muerte.
No cabe duda, querido Jimmie, que has sacrificado mucho por tu pasión por la música, en detrimento de tu vida familiar: hijos y esposas que son quienes quizá podrían ponerte un debe en tu fructífera vida artística. Pero los demás, los que disfrutamos de tu guitarra y de tu voz, no podemos sino agradecerte tu tesón por plasmar una forma musical propia que hoy es historia de la música, puesto que fuiste el primer guitarrista que mezclaste con éxito el blues negro con la música tradicional de la región de las montañas de Los Apalaches, y has conseguido ser influyente en las generaciones venideras al mezclar los folklores blanco y negro con naturalidad asombrosa, precediendo, ahí es nada, a Hank Williams y Elvis Presley.
Y en mayor medida la música te debe una cuando precipitaste la evolución de la enfermedad por desoír los consejos médicos que prescribían seis meses de reposo absoluto. Seguiste actuando y grabando, dejando más de cien temas para la posteridad; y es que una vez que subiste al tren de la composición ya nunca quisiste bajarte ni para esperar al siguiente. Me gustaría confirmar, Jimmie, que la trompeta de tu Blue Yodel nº9 es la del mismísimo Louis Amstrong, pero si no fuese así, seguro que Louis se sentirá honrado de tocar contigo toda la serie en ese lugar de la posteridad en el que los músicos os reunís: espero y deseo que resuene su trompeta y tu guitarra hasta los confines del Universo, como siguen sonando en nuestras vidas de los años veinte del Siglo XXI y sin duda lo harán en el futuro.