Esta tarde voy a dedicar unas líneas a un músico que me cautivó en mi adolescencia: hablo del guitarrista, cantante, compositor y productor norirlandés Gary Moore, de fama mundial al haber liderado bandas tan destacadas y reconocidas como “Thin Lizzy”, “Colosseum II” y “Skid Row”, además de una extensa carrera en solitario igualmente exitosa.

Robert William Gary Moore nació en Belfast el 4 de abril de 1952. Su primera banda fue “Skid Row” en la que se integra con sólo 16 años, grupo que propició interesantes contactos, -como tantas veces ocurre en el mundo artístico-, trabando amistad con Phil Lynott, alma de “Thin Lizzy”, lo que facilita a Moore su colaboración con esta conocida banda en la grabación del tema “Still in Love With You”, dentro del álbum “Nightlife” en 1974, grabando en 1979 el disco completo “Black Rose: A Rock Legend”.

El estilo musical de Gary Moore evoluciona a partir de ahí hacia el Hard Rock y Heavy Metal, feliz deriva que precisamente alcanza su momento álgido en la segunda mitad de los años ochenta, en los que me cautivó su voz y el sonido de su guitarra, década que coincide con la publicación de cuatro álbumes que colocan a este gran músico en la élite internacional del rock: “Victims of the Future” (1983), “Run for Cover” (1985), “Wild Frontier” (1987), mi disco favorito-, y “After the War” (1989).

Por contra, para mi pesar de entonces, a partir de la década de los noventa, Gary Moore da un giro trascendente en su música para centrarse en el Blues Rock, con discos como: “Still Got the Blues” (1990) y “After Hours” (1992), llegando a compartir escenario con grandes del género como el incombustible B.B.King. Y dije “para mi pesar”, no por animadversión alguna al Blues (al contrario, las escalas pentatónicas y los acordes tónica, subdominante y dominante de séptima, fueron mis primeros conocimientos musicales y son la base del Blues), sino porque adoraba ese estilo contundente y serio que transmitía Gary con el Hard Rock, resultando muy estimulantes la temática de sus canciones, la estética de sus videoclips, tan influenciadas por el conflicto en el Ulster, que garantizaban una épica siempre seductora en el idealismo adolescente en el que todos buscamos una identidad colectiva con la que nos sintamos realizados y que irremisiblemente acaba con los vertiginosos cambios propios de esa edad que, evidentemente, no van sincronizados con el mundo.

Ya en el siglo XXI, Moore hace más ecléctico e integrador su estilo al mezclar sus ricas influencias musicales en nuevos discos en los que supo ensamblar con estilo propio el Blues y el Hard Rock que desarrolló por separado en las dos décadas anteriores.

Como guitarrista estamos hablando de un auténtico “primer espada” del instrumento. Baste decir que personalidades musicales tan destacadas e influyentes como Mick Jagger o John Mayall, -entre otros muchos-, solicitaban su colaboración para grabar sus discos.

Mi contacto con las canciones de Gary Moore se produce con los citados discos de los ochenta “Run for Cover” y, sobre todo, “Wild Frontier”. Y dentro del primero de estos discos destacaría la canción “Out in the Fields”, cuyo vídeo, en el que Moore, Phil Lynott al bajo y el baterista van ataviados de casacas rojas, fue el vehículo de transmisión; la verdad que allá por los ochenta los videoclips eran algo así como la música por internet hoy, claro que con más encanto e incertidumbre puesto que nunca sabías cuándo iban a poner tu vídeo favorito en la tele (normalmente rellenaban espacios entre contenidos audiovisuales además de los contadísimos programas de difusión musical de aquellos tiempos).

Del segundo de estos discos me quedo, como no podría ser de otra forma, con el tema principal: “Over the Hills and Far Away”, que resulta una genial mixtura entre el Hard Rock y la llamada “Música Celta”, que he querido escuchar -tras muchos años sin hacerlo-, mientras escribía estas líneas. Y la verdad que la canción me resulta tan familiar como actual.

Las características de Gary Moore como guitarrista las podríamos concentrar en extraordinaria coordinación con su también destacada voz -aunque en menor medida, a mi juicio-, perfecta sincronización de solos “acrobáticos” en su ejecución, sonido agudo y distorsionado -en ocasiones coronando las últimas notas de sus fraseos por la palanca vibrato-, extremada limpieza del sonido que obtenía de la guitarra que en modo alguno resulta antagonista con un sonido base artificialmente recreado que, como digo, es distorsionado -en ocasiones “doblado”-, pero en el que perfectamente se escucha cada nota que ejecuta; para mí resulta un auténtico maestro de la distorsión -como puede percibirse en la introducción de la última canción citada-.

Además de los discos ya mencionados por su importancia y difusión, citamos seguidamente los restantes por orden histórico: “Grinding Stone” (1973), “Back on the Streets” (1978), “Corridors of Power” (1982), “Dirty Fingers” (1984), “Blues for Greeny” (1995), “Dark Days in Paradise” (1997), “A Different Beat” (1999), “Back to the Blues” (2001), “Scars” (2002), “Power of the Blues” (2004), “Old New Ballads Blues” (2006), “Close As You Get” (2007) y “Bad for You” (2008).

En 2011, cuando Gary Moore se encontraba en la localidad española de Estepona, falleció de un ataque al corazón, con apenas 58 años y mucho talento por desarrollar aún, del que son buena muestra los 6 discos lanzados en este siglo. Para los que aún estamos vivos consuela imaginar que el día que traspasemos la fragilidad de nuestras vidas podamos descubrir algo quizás mejor, pero, en cualquier caso, siempre es reconfortante pensar que iremos al mismo sitio que alguien tan interesante y genial como Gary Moore, aunque sea “over the hills and far away”.