Esta tarde voy a escribir sobre uno de los compositores de guitarra españoles más conocidos, muy especialmente por todos los que hemos tenido la suerte de estudiar la Guitarra Clásica, me refiero, a Fernando Sor, nacido en Barcelona en 1778 y fallecido en París en 1839. Los datos completos de su partida bautismal son: “José Fernando Macario Sors”, si bien en la mayoría de sus obras -incluso manuscritas- figura como Fernando Sor, tal y como ha pasado a la posteridad. En su juventud parecía dirigirse al oficio militar, siguiendo una larga tradición familiar, si bien la música se cruzó en su camino y lo hechizaría de forma irremediable: primero apreciando la buena ópera de la época y seguidamente aprendiendo a tocar un instrumento “secundario” en aquellos momentos, como la guitarra, más propio del deleite popular en las tabernas que como parte integrante o solista de las formaciones clásicas. Resulta curioso que fuese el padre del joven, militar e hijo de militar, quien prendiera esa llama en su corazón para alejarle temporalmente, como veremos, del oficio de militar tan arraigado en su familia.
El fallecimiento de su padre cuando Fernando apenas tenía 11 años quiebra aparentemente su formación, ante la imposibilidad de su madre en seguir costeando su formación, si bien consigue continuar estudiando gratuitamente en la Escolanía del Monasterio de Monserrat, donde prosigue sus estudios musicales, eso sí, sin incentivo alguno para perfeccionar el manejo de la guitarra puesto que sus docentes, siguiendo la moda vigente en aquellos momentos, no consideraban a este instrumento a la altura de los instrumentos de cuerda frotada como el violín, la viola o el violoncello, o de cuerda pulsada como el arpa. Sin embargo, Fernando Sor cultivó con esfuerzo y dedicación la técnica de guitarra y puede decirse, -y ya no es una novedad en muchos y notables guitarristas clásicos-, que se trata de un instrumentista autodidacta con formación musical clásica.
En 1795 Fernando vuelve a Barcelona y, como apuntamos, comienza su carrera militar como oficial (subteniente), si bien su ocupación castrense le permitió dar sus primeros conciertos (no sólo de guitarra, también interpretaba al piano) y por supuesto componer, otra gran pasión de Sor, llegando a estrenar en 1797, en el Teatro de la Santa Cruz de Barcelona su ópera “Telémaco en la Isla de Calipso”. Unos años después, en 1801, se desplaza a Madrid con la pretensión de entrar en La Real Capilla o en La Real Cámara, sin conseguirlo, si bien entró en el círculo de artistas protegido por la XIII Duquesa de Alba y, tras la muerte de ésta, por el Duque de Medinaceli.
En los años siguientes y, concretamente, en 1808 se produce la ocupación del país por las tropas napoleónicas y este hecho marcará su devenir de forma dramática. Si bien al inicio de la invasión su composición de guitarra se orientaba a la música nacionalista con títulos como “Canción de los defensores de la patria”, “Himno de Sor”, etc., lo cierto es que tras la consolidación del Gobierno francés de ocupación aceptó un cargo en la Administración de José Bonaparte: Prefecto de la Policía en Málaga. Poco tiempo después y con la victoria española y expulsión de los franceses, Fernando Sor optó por irse de España (1813), y se marchó a París, donde falleció muchos años después (1839), sin haber regresado a España en esos veintiséis años.
Mi contacto con la música de Fernando fue prácticamente al unísono con el comienzo de mis estudios de guitarra clásica y puede decirse que me acompañó en todos y cada uno de los 6 cursos de instrumento del grado profesional, y, afortunadamente, para siempre, puesto que cada vez que dispongo de una hora para tocar es difícil que no caiga en la tentación de interpretar sus obras más populares o leer alguna de sus partituras menos conocidas en alguno de los 3 manuales que tengo de este gran guitarrista y compositor.
El libro “maestro” que sustentó la práctica totalidad de los estudios programados en cada curso es: “30 ESTUDIOS DE GUITARRA” de F. Sor, seleccionados y digitados por Regino Sainz de la Maza, publicado por Unión Musical Española. Aquí se pueden disfrutar el nº1, “Andantino”, con acordes perfectamente ensamblados en una métrica sencilla, sin matices expresivos, que, -como en otras ocasiones mencioné-, mi estupenda profesora, Soledad Feijoo, se encargaba de complementar con sus reguladores como puente entre pianos y fuertes, siempre de forma atinada, para darle un sentimiento que trascendía del mero ejercicio técnico para el que están escritos los estudios. El número 2, un andante arpegiado con combinación de notas pulsadas y al aire sirve de referencia auditiva de cada una de las notas de los acordes, al que un “ritardando” al final de un pasaje, escrito a lápiz por mi querida profesora, le da un sentido más humano, menos mecánico; estudios estos dos que formaron parte del segundo curso. Los estudios 7, 8 y 11 fueron objeto del programa del tercer curso, cambio de grado elemental al medio, y objeto de examen ante el siempre temido Tribunal, puesto que de su superación dependía el trabajo de todo el año en el instrumento, y, la verdad el estudio número 8 de Fernando Sor -tantas veces ejecutado por tantos concertistas en todo el mundo-, fue un aliado en mi interpretación de aquel examen allá por el año 1993 en el Conservatorio Superior de Música de Oviedo. No fue un examen brillante pero ni falta que hacía, suficiente para superarlo. Revisando la partitura de este estudio número 8 de Sor no hay prácticamente una línea que no tenga algún apunte, algún regulador, algún matiz manuscrito por parte de mi profesora que enriquezca el estudio, que lo haga más personal (están tan bien elegidos estos matices expresivos que estoy seguro de que a Fernando Sor no le importaría que los incorporemos a la interpretacion de su obra, máxime porque no estamos modificando su composición, sólo dotándola de una expresividad que por tratarse de estudios -cuya finalidad es más técnica que artística- es inhabitual. A medida que avanzamos en el Manual las composiciones se tornan más difíciles: así el estudios 13, con ligaduras o mordentes que dificultan la métrica, y el 17, con acordes seguidos de inmediatos silencios, a semejanza del signo articulado del picado, se incluyen en el programa de cuarto, el extenso número 15, con múltiples cejillas arpegiadas a lo largo del diapasón y traumática modulación de Mi Menor (1#) a Mi Mayor (#), en el de 5º; para finalmente llegar a un estudio 29 que formó parte del programa oficial del sexto curso y que hoy repasé nuevamente, antes de escribir estas líneas, estudio de gran dificultad métrica, con presencia de semicorcheas con puntillo y fusas, y articulaciones complejas como el citado picado, también llamado staccato, -que supone tocar la nota más fuerte y acortarla en relación a su valor original-, ligaduras y otros adornos musicales, y que sólo el tempo moderato de base permite reproducir con mayor relajación la medida correcta del estudio. Difícil pero hermoso: un recorrido por buena parte de todas las notas del mástil y un estupendo ejercicio técnico para mantener la agilidad y la rapidez de lectura.
Además de este manual, también quiero destacar de mi modesta colección de libros de música: “Scelta Di Studi Per Chitarra” de Fernando Sor, que igualmente incluye composiciones de Napoleón Coste -al que dedicaré otra tarde-, de Edicioni Suvini Zerboni-Milán, en cuyo op.60, destacaría los estudios nº5 y nº6, muy agradables de tocar y de poca dificultad técnica, y también el Libro “12 Estudios para guitarra” de Editorial Ibérica, cuya facilidad de lectura por ausencia de complejidad rítmica los hacen muy recomendables para lectura a primera vista.
Ahora bien, si me tengo que quedar con uno de los estudios de este gran compositor y guitarrista español sin duda que me inclino por el número 12 del primer manual reseñado, un allegro grazioso armado con una armonía genial, cuya interpretación tan recurrente me ha hecho pasar tantos buenos momentos a la guitarra.
Pese a la época en la que desarrolló su carrera musical coincidente en buena parte de la primera mitad del siglo XIX se considera más clásico que romántico a Fernando Sor (y eso que el musicólogo francés Fétis lo bautizó como “el Beethoven de la guitarra”), si bien sus estudiosos concluyen que el lenguaje musical que empleaba era bastante avanzado para la época. Los guitarristas debemos a Sor que fuese capaz de divulgar la guitarra clásica por toda Europa, adquiriendo un prestigio instrumental del que carecía en su época. En París, trabó amistad con el guitarrista y compositor Dionisio Aguado, como en su momento apunté en la biografía de éste, y compuso una obra para dos guitarras: “Les Deux Amis” (“Los dos amigos”), estando marcada y nominativamente en la partitura la parte que interpretaba cada uno, llegando incluso a vivir una temporada juntos en un hotel parisino aún hoy en pie y en funcionamiento, el Hotel Favart. Desconocemos si su exilio “voluntario” a Francia se convirtió en definitivo por decisión propia pero, doscientos años después, yo me alegro de ser del mismo país que este gran compositor barcelonés, cuyo legado no tiene fronteras, como el aire o el mar.