Una fría noche de noviembre va a servir de estímulo para disfrutar de un apasionante viaje por la trayectoria de un músico de alto nivel y sofisticación en la dimensión del Jazz. Hoy hablamos de Attila Zoller, uno de los más grandes guitarristas de la historia del Jazz, y uno de los mejores músicos de este género de todos los tiempos.

Attila nace en Visegrad (Hungría) el 13 de junio de 1927 en el seno de una familia de tradición musical, en la que sus padres eran profesionales de la interpretación, por lo que resultó natural que desde los cuatro años comenzara a estudiar violín y desde los nueve la trompeta. Un año después, con diez años cumplidos, ya formaba parte de la orquesta escolar, lo que le permitió ganar en consistencia rítmica a la par que en disciplina colectiva. Podría pensarse, de forma un tanto superficial, que el Jazz es el punto de encuentro de los músicos indisciplinados, por su aparente alto grado de improvisación, pero lo cierto es que pocos estilos tienen profesionales de tantos conocimientos musicales como el Jazz, y es que sólo desde un profundo control de escalas e intervalos se puede obtener un resultado tan redondo como el presentado en las sesiones de Jazz, con músicos de tantos instrumentos distintos realizando solos casi siempre bien empastados en un conjunto rítmico preciso y armónico.

Nuestro joven músico también experimentó con instrumentos tan diferentes como el fiscorno o el bajo. El primero de ellos es un instrumento de viento, perteneciente a la familia de los instrumentos de viento metal o metales, con gran similitud a la trompeta.

En 1945, con 18 años, comienza a estudiar y a tocar la guitarra, formándose en la Escuela Superior de Música de Budapest (como en su niñez estuvo en el Liceo Clásico de Vác), pero no sólo se forma musicalmente sino que aprovecha para tocar en buena parte de los clubes nocturnos de Budapest. Pocos años después, tras la Segunda Guerra Mundial, escapó de la toma de posesión soviética de Hungría al huir a pie a través de las montañas hacia Austria llevándose consigo la guitarra, trasladándose en 1949 a Viena donde forma un grupo de Jazz denominado Vera Auer Combo (junto con la acordeonista y vibrafonista nativa Vera Auer, 1919-1996), adquiriendo posteriormente la ciudadanía austríaca.

En los años 50 realiza una gira por Alemania acompañando a la pianista alemana Jutta Hipp (1925-2003), lo que le permitió dar el salto a Estados Unidos, ya en 1959, donde alternó la interpretación y la docencia musical, estimulando su llegada la concesión de una beca para la Escuela de Jazz Lenox (Massachusetts), Escuela en la que recibió la influencia de dos profesores, el guitarrista Jim Hall (1930-2013) y el saxofonista Ornette Coleman (1930-2005), quienes hicieron que se interesara por el Free Jazz, que toma carta de naturaleza en 1960, con formulaciones similares a las que ya se habían dado en la música clásica en los años veinte con la atonalidad, en clave de improvisación colectiva y polirritmia, incorporando influencias de la música africana; países ambos, Alemania y Estados Unidos, entre los que pivotará profesionalmente este húngaro tan inquieto como responsable y riguroso.

La influencia de la escuela de Lennie Tristano (1919-1978), pianista estadounidense, compositor, arreglista y profesor de improvisación de Jazz, resulta notable especialmente en sus concepciones estéticas musicales.

Son legendarias sus colaboraciones con otros músicos del Jazz como el pianista norteamericano Don Friedman (1935-2016), con el que compartió muchas sesiones en los clubes de Jazz de Nueva York, y especialmente con el saxofonista tenor austríaco Hans Köler (1921-2003), que coincide con su concepción estética-musical, o con el saxofonista alto de Chicago Lee Konitz (1927-2020). Llegados a este punto conviene recordar que el saxo alto está afinado en Mi bemol y tiene un amplio registro, con una distancia entre las llaves que facilita la digitación, junto con un peso y tamaño menor que otros saxos, lo que lo hace más manejable y atractivo para los estudiantes que se inician en este apasionante instrumento. Por su parte el saxo tenor está afinado una octava por debajo del Si bemol, con un peso y tamaño mayor que el saxo alto, requiriendo una buena capacidad de respiración para tocarlo adecuadamente con un tudel o cuello muy delicado, razones que explican que esta especialidad de saxo resulta menos recomendable para niños o principiantes.

Zoller también compartió escenario con el pianista francés Martial Solal (1927, aún vivo, felizmente), con el flautista neoyorkino Herbie Mann (1930-2003) y con el extraordinario trombonista alemán Albert Mangelsdorf (1928/2005), instrumento éste, el trombón, de viento metal, cuyo sonido se produce gracias a la vibración de los labios del intérprete en la boquilla a través del flujo del aire, obteniéndose las diferentes notas por el movimiento de un tubo móvil, denominado vara, alargando la distancia que el aire en vibración debe recorrer, produciendo de este modo sonidos que también se pueden controlar con la presión del aire soplado por el intérprete en la vara, que dispone de siete posiciones distintas a lo largo de aquélla; durante los periodos barroco y clásico se usaba mucho en la música religiosa, y desde el siglo XIX es imprescindible en la gran orquesta sinfónica, si bien en clave de Jazz es un instrumento bien representativo de la Big Band en la que con frecuencia interpreta pasajes solistas. El formato más característico de la orquesta de Jazz denominada -como decimos- Big Band se integra por tres secciones: metales (trompetas y trombones), maderas (saxofones, clarinete y flauta) y sección rítmica (percusión, piano, bajo y guitarra): es decir, entre 15 y 20 músicos.

Muy relevante fue la colaboración de Attila con el también guitarrista Jimmy Raney, uno de los mejores, si no el mejor, instrumentista de guitarra de Jazz de los años 50, obteniendo el dueto un resultado genial con dos grandes de la guitarra que ponen su talento y buen hacer al servicio de la música, sin los egos y competitividad tan propios de la industria del Rock, y con el mérito de maridar dos concepciones musicales diversas -en este caso- pero igualmente creativas y modernas.

A lo largo de los años, tocó y grabó con el clarinetista de Chicago Benny Goodman (1909-1986), con el saxofonista de Filadelfia Stan Getz (1927-1991), con el vibrafonista de Illinois Red Norvo (1908-1999), con el pianista de Chicago Herbie Hancock (1940), con el contrabajista de Michigan Ron Carter (1937), con la organista y cantante de Filadelfia Shirley Scott (1934-2002), o con el compositor de San Luis Cal Tjader (1925-1982).

En 1974, fundó Attila Zoller Jazz Clinics en Vermont, más tarde llamado Vermont Jazz Center, donde enseñó música hasta el 25 de enero de 1998, en el que Attila nos dejó con 70 años, en la ciudad de Townshend (Vermont), tras una etapa de una cierta estabilidad musical en el dueto que compartió durante los diez años previos con el vibrafonista alemán Wolfgang Lackerschmid (1956). 

La discografía de Attila Zoller se integra por los siguientes trabajos: The Horizon Beyond (1965), Zoller Koller Solal with Hans Koller & Martial Solal (1966), Katz & Maus (1967), Zo-Ko-Ma with Lee Konitz & Albert Mangelsdorff (1968), Gypsy Cry (1970), Dream Bells (1976), Common Cause (1979), The K & K 3 in New York with Hans Koller & George Mraz (1980), Jim & I with Jimmy Raney (1980), Jim & I Live with Jimmy Raney (1981), Conjunction (1981), Jim & I Live at Quasimodo with Jimmy Raney (1986), Memories of Pannonia (1986), Overcome (1988), Live Highlights ’92 (1992), When It’s Time (1995), Lasting Love (1997), y los póstumos The Last Recordings (2000), Common Language (2002) y Jazz Soundtracks (2013); trabajos éstos en los que el bueno de Zoller lideraba, si bien participó en muchas otras grabaciones como colaborador de otros artistas.

Voy a rescatar y compartir seguidamente un vídeo del tema When it´s timehttps://youtu.be/SrnVUXcc36E del Festival de Jazz de Viersen (Alemania), en 1992, en el que Attila toca con tanta naturalidad como precisión, resultando excepcional la claridad en la pulsación de las escalas brillantes y coloridas que maneja, sin acompañamiento alguno; un lujo de guitarrista.

Ha sido, admirado Attila, una vida completamente entregada a la música, desde que tus padres te orientaron al violín con sólo 4 años hasta el final de tu provechoso viaje en este curioso y apasionante mundo, actuando con el pianista norteamericano Tommy Flanagan (1930-2001) y el contrabajista George Mraz (1944-2021) en la ciudad de Nueva York apenas tres semanas antes de dejarnos, permaneciendo activo durante más de seis décadas. No es de extrañar, querido Attila, la concesión de un premio a tu trayectoria por la Fundación de las Artes de Nueva Inglaterra además del álbum tributo dedicado a tu música, coordinado y producido por el guitarrista David Becker, con buena parte de tus composiciones interpretadas por guitarristas tan reputados como John Abercrombie, Gene Bertoncini, Peter Bernstein, Pat Metheny y Mike Stern.

Y no sólo destacaste en la interpretación y la docencia sino también en la investigación musical, puesto que fuiste capaz de inventar una pastilla bidireccional -que ayuda a reducir el ruido de fondo-, y aportar tu creatividad en el diseño de serie de guitarras de firma y de sus cuerdas. 

Has podido llevarte el reconocimiento unánime de ser considerado como uno de los más grandes guitarristas europeos del Jazz, tomando el relevo, ¡casi nada!, del rey de la guitarra Django Reinhardt (a quien dedicamos aquí otro cariñoso espacio el 3 de enero de 2020: Django Reinhardt, un guitarrista superior del Jazz), a la par que en América aparecían otros dos grandes intérpretes que revolucionaron el género: Billy Bauer (1915-2005) y Johnny Smith (1922-2013), pero, en tu caso, querido amigo, con el indudable mérito de tu espontaneidad creativa, en unos años en los que en Europa no se conocía buena parte de los trabajos de los músicos norteamericanos salvo por alguna gira de alguno de ellos y las poquísimas grabaciones que circulaban durante esos tiempos por el viejo mundo, lo que magnifica tu categoría de un auténtico innovador de la música de guitarra en la dimensión del Jazz. Y no. No te dedico elogios gratuitos. Fíjate en las palabras del musicólogo alemán Joachim Ernst Berendt sobre tu figura: “Attila Zoller es un maestro de la moderación sensible y romántica”, para añadir a continuación: “como guitarrista transfirió las largas y cantables líneas melódicas que había aprendido entonces al ámbito más libre del nuevo jazz”. Hasta el mismísimo Jimmie Hendrix, (a quien dedicamos una biografía en este blog el 8 de marzo de 2019: Jimi Hendrix: contigo empezó todo), de un palo musical bien distinto, tocó contigo, porque contigo tocaron los mejores.

Y es que, admirado Attila, saliste corriendo de tu bella tierra húngara con la única compañía de tu guitarra para regalarnos tantos y buenos momentos musicales, compartiendo generosamente a través de la docencia tus conocimientos y convirtiéndote en un ciudadano del mundo con “pasaporte jazz”, que permite entrar en el corazón de iniciados de todo el orbe sin más visado que el cálido fraseo de tus atinados solos.

Y no voy a cerrar este viaje por tu trayectoria sin escuchar y compartir el audio de uno de tus duetos con el guitarrista Jim Hall, del tema Blues in the Closet: https://youtu.be/hcnSuRfv_Sg; ¡Qué música tan bien construida y coordinada!

Leer sobre ti, y sobre todo, escucharte, querido Attila, resulta estimulante e inspirador. Llegaré tarde a casa esta noche, sí, pero no me acostaré sin rasguear unas notas en mi guitarra eléctrica para tratar de capturar algún pasaje original (eso sí, sin amplificador; los demás ya duermen, quizás incluso sueñan con tu música).